Nuevamente, Wilson el aceitoso ha escrito un cuento para deleite de los incautos, los incapaces y los incas. Lo ha dedicado a su señora madre, la Sana. El Sanito lo ha difundido en las redes.
En los suburbios de la aldea en
el valle de los sapos, amanece temprano como en todas partes del redondo,
rugoso, curvilíneo y accidentado planeta, y atardece tarde, oscurece por la noche y donde la obviedad no siempre es obvia.
Temprano se levanta Juan Tumbero,
calienta la pava como Celeste la que anciana sigue cantando como una piba, se
olvida de ponerle el líquido y preciado
elemento a la pava, y arde cuando de enjuagarse la cara vuelve a la cocina.
Arde él, arde la pava.
A 157 metros de la vivienda de
Tumbero, se ubica el negocio de don Jeringoso, especializado en la venta de
jeringas de goma, pero aún está cerrado, es pá irnos ubicando no más.
Desde lo alto del cerro “Suspiro Holliday” se lanza
el ave, planeando suavemente, oteando el horizonte, avistando otras aves más
pequeñas que él, dobla el cuello, con su mirada penetrante ausculta el suelo,
abajo, a 500 metros; se eleva todo lo que desea, todo lo que puede y aún más.
A 200 metros del negocio de las
Jeringas, en dirección al cerro, el bandurriero va saliendo para el mallín,
con su gomera, su morral y el sombrero que no es “su” sombrero, porque se lo
quedó él, al volar de la cabeza de su vecino Morro el gordo.
Ahora el sombrero gris,
grasiento, mugriento y no te miento que se acomoda con el look harapiento de su
portador, ya se encuentra insertado y plenamente adaptado, acomodado y hasta la
tumba te acompaño, sobre la humanidad del bandurriero.
Juan Tumbero sale afuera de su
covacha, ya ha mateado, ha engullido unas tortas fritas con unas tiras de asado
del mes pasado, saborea el charqui y ve a una cuadra de distancia la figura
inconfundible de Don Bosquer, otro que parece aquel karateka payasesco que se
podía ver en la tele en los 70, avanzando raudamente en su vieja y oxidada
bicicleta, con su joky ladeado sobre la canosa cabellera de origen alemán y un
yuyo apretado entre los labios carnosos.
“¡Oh, no!” exclama llevándose una
de sus manos a la frente y con rapidez de un rayo, se hace de sus elementos
huyendo por una puerta lateral (“siempre hay que tener una puerta lateral para
escapar”, dicen que decían que dijo Butch).
Se escuchan las palmas huesudas
del alemán sonar frente al portón de Juan Tumbero. Agrega el “riiinnggg” del
timbre de su bicicleta que nadie se animaría a robarle, sin éxito.
Juan Tumbero el sobadero, apura sus pasos, el sol ya
calienta, y raudo marcha con su calva al aire.
Ya las bandurrias con sus
estridentes “teck-teck” alzan vuelo con dirección no conocida, y algunas caen
bajo las artimañas de “el bandurriero”. Les tuerce el cogote y las mete en su
morral a razón de 2 o 3 por día.
Su piel oscura, (la del bandurriero)
delata su alimentación monocorde y carente de vegetales y hortalizas, salvo
alguna vez achicoria salvaje, flores de diente de león, y de postre calafate
(en enero).
Abierto “Jeringa´s shop” la gente
se va arrimando para poder tener cada uno su jeringa.
En el mostrador, ayuda con cara
de pocos o ningún amigo o amigas, “la” Martita, hija de Tito y Tita, los que
vinieron de Italia a poblar la tierra de por acá, y tuvieron 7 hijos: Tito,
Tino, Tiziano, Tadeo, Teresa, Tita y Martita.
Cada uno de sus hijos tenía una
tarea definida en la casa: Tito lavaba el fitito, Tino encargado de los
equinos, (juntar la bosta, darles agua, cepillarlos, varearlos, ensillarlos,
desensillarlos), Tiziano era el encargado de conseguir de la manera que sea, un
Cinzano para poner en la mesa dominguera acompañando los tallarines de la Nona,
sin que falte el sifón de soda.
Tadeo el que compraba o sustraía
la cebolla de verdeo para la comida. Todos los días, de toda la vida, la comida
tenía cebolla de verdeo, dicen que por eso los
Titos como se los conocía, no tenían relaciones estables, todas sus
amistades eran inestables.
Así que no tenían amigos, tenían
relaciones inestables. Pero al menos tenían algo. Hay algunos que no tienen
nada.
Teresa ponía y sacaba la mesa, y
dale que poner la mesa, sacar la mesa, levantar la mesa, era poseedora de unos
bíceps llamativos y superlativos como así también amedrentadores.
Tita debía ayudar siempre a sus
hermanos en lo que ellos le requerían, y Martita había decidido trabajar
afuera. Cuando estaba adentro no trabajaba.
Casi siempre estaba adentro.
Juan Tumbero llega a la casa de
alguno de los aldeanos que lo llaman para contratar sus serbicios, sí con “b”
porque él es el sobadero, tiene cuit, cuil, cuis, y … va para las casas.
Ahora está sobando[i] a Ramón el rebelde. Su
progenitor no comprobado lo llamó Ramón, porque su padre (el abuelo del nene),
se llamaba Anastasio. Siempre cuestiona las órdenes paternas, así que su madre
le tiró una chancleta que surcó el espacio e impactó contra uno de sus dos
glúteos traseros. El dijo: -“duele!” Su padre le respondió: -“sobáte”. Dicho
esto y escuchado por la señora madre, llamó inmediatamente a Juan Tumbero que
lo está sobando por la módica suma de 100$. Ellos esperan que después de esta
sobada, Ramón se porte bien.
Mientras tanto, toman mate
almibarado alimenta parásitos, con cáscara de naranja sin lavar, menta orinada
por el perro del vecino y hojas de coca traída por el gomero del punto Charlie.
Juana la loca frecuente y frenéticamente
concurre a “Jeringa´s shop” para cambiar sus jeringas para las enemas
semanales, que prefiere para sus retoños, en vez de los antibióticos, en vez de
las pastillas, en vez de cambiar su menú basado en mandioca, batata, papa, pan,
fideos, arroz, pan, mandioca, batata…
Hay jeringas de todos los
tamaños, jeringas de goma, jeringas plásticas descartables, jeringas para seres
humanos, jeringas para animales, jeringas para plantas, jeringas, jeringas,
jeringas.
Todo el mundo en la aldea tiene
alguna jeringa. Maniáticos de la jeringa.
Incluso a veces la gente hace
cola allí, cuando llegan al pueblo las ventosas.[ii] Ventosas de vidrio. Si el
sujeto, sujeta o individuo posee aire en alguno de sus cachetes, superficie
muscular, o área indicada del cuerpo, se le coloca allí con una base de
cartulina adherente que posee un fósforo erguido, se lo enciende ubicado en la
zona a tratar (a tratar que se cure) la ventosa, que se adhiere a la piel,
chupa el aire, y sana sana colita de rana.
Han ocurrido accidentes donde
intervienen los bomberos incluso, cuando por ejemplo hay mucho aire y la
ventosa estalla incrustando astillas de vidrios por todas partes, o generando
pequeños incendios.
(Con lo cual resulta
contraproducente para el paciente ventoso todo el caos producido, que le
ocasiona contracturas y durezas peores que las tenidas antes de ser ventosado.)
Esto lleva frecuentemente a
apagar esos incendios y comprar nuevas ventosas.
Se cuenta que en cierta ocasión,
en el punto Charlie, la vivienda de Canuto Flores, su amada esposa le estaba
colocando ventosas, sabido es que cada ventosa tiene una numeración por si
ocurre un accidente o se debe hacer un reclamo. Por ejemplo, el número
090096960000670340332666.
Le estaba colocando ventosas en
la espalda usando fósforos de madera 2 patitos. Fue cuando le colocó la ventosa
090096900006734343666, que primero se adhirió a la piel con toda su presión, y
en un respiro profundo de Canuto, la ventosa salió violenta y velozmente despedida, atravesó la ventana
abierta, se elevó por encima del árbol y se perdió en el infinito.
Los `perros de la cuadra,
escuchando el sibilante y agudo sonido de la ventosa perforando el aire,
aullaban; los gatos trepaban enloquecidos hacia la copa de los árboles, y
algunos gorriones se chocaban contra los cristales cayendo desvanecidos, con lo
cual los gatos bajaban tan rápido como
habían subido, perseguían a los gorriones ya recuperados de su desmayo,
y por ende, los perros se lanzaban a la carrera tras los mininos autistas.
Meses después, informaban del
hallazgo de un objeto con esa numeración, en las arenosas playas de Australia.
Había surcado todo el océano esta ventosa viajera y aterrizado con toda
suavidad en la gran isla.
Va llegando la hora del almuerzo
y el bandurriero ofrece rutinariamente, casa por casa, home for home, su
producto: carne de bandurria precocida.
Sus ventas tuvieron un éxito
enorme la primera vez. Pero después cayeron en picada, ni aún picada la carne
pudo venderla. La dieta monocorde, oscura, su piel también. Ojos que resaltan
en la piel del hombre. Enloqueciendo está y un traje de bandurria prepara para tirarse de la punta del cerro.
Dicen que el Rifle Varela está
esperando que le avise, para filmar el vuelo y la caída.
Juan Tumbero sigue sobando y ya
va recogiendo como 500$ y más de un insulto insuperable.
El barriletero pasa corriendo por la calle principal (no hay viento
hoy), llevando varios barriletes multicolores, seguido por una banda de niños
bullangueros. Pura bullanga esta aldea.
Hoy no van a la escuela. Es
sábado.
Guardan el sábado, el domingo, y
todos los feriados kirchneristas. Por eso todas las calles son de tierra.
Sin embargo, en la escuela “4
gatos”, Ivor, Heber e Iver cumplen cada uno su rol sin desmayo.
Ivor, galenso venido a menos,
colecciona gatos, se sienta a las 5 de la tarde a tomar el té con leche con
ellos, con torta galesa, facturas que no pagó (del gas, la luz, cloacas, agua,
etc.), manteca de leche de cabra, dulce de mosqueta y otras yerbas.
El se encarga del mantenimiento
de los caños y los cables, de los picaportes, cadenas del baño, inodoros, y de
cazar perros invasores.
Heber, maestro ciruela, dejó la
profesión para seguir trabajando en la escuela, siendo responsable de responder
preguntas. Su trabajo es agotador. Cada vez que un niño en el aula formula una
pregunta que el docente no puede responder, inmediatamente toca una campana
exclusiva para que se haga presente Heber.
Heber el respondedor.
Heber el Gordo Petete.
Heber un sabelotodo.
Es como una wikipedia de dos
patas, y con su sarasa sarasa deja mareados a alumnos y maestros, con esto
sucede que los niños van aprendiendo conceptos muy confusos del mundo, los
inmundos, los edmundos, raimundos y musimundo.
“¡Hay Raimundo, para qué te traje
al mundo!”
Es un despiole generalizado en la
escuela, ya que cuando suena la campana para que Heber se presente en el aula “X”,
puede de repente sonar la campana para que vaya corriendo al aula “XX” y
simultáneamente suena la campana del aula “XXX”… ¡epa!!!
Por decir, pa explicar, vio?
Hay días en que los alumnos
escuchan una campana y salen eyectados con sus útiles para el corredor,
creyendo que hay que formar para regresar al hogar y los maestros desesperados
corriendo atrás de ellos para hacerlos regresar a las aulas.
Iver era sobador pero dejó su
puesto a Juan Tumbero cansado de tanto sobar, quedó sobado.
Ahora en la escuela, es el
responsable de juntar la basura de los cestos de cada aula, la lleva a la
dirección cuando toca la campana final y se van todos a sus casas, y con la
directora Pontantiero Griselda y la vicedirectora Canuta Sinforosa Cañete,
hacen basurología.
Revisan cada papelito para
encontrar si lo hubiera, alguna inscripción, leyenda o escritura comprometedora
y así investigar a la docente, alumno o personal en cuestión, y actuar en
consecuencia para evitar males mayores.
Los males menores no se evitan,
ocurren nomás y se los deja ocurrir.
Y así es un día en la aldea del
Valle de los Sapos, la que tiene las calles de tierra, porque todos son
kirchneristas.
[i] Castigando con un cinto. (I punish
with belt). Locko, Jhon. “Thoughts on the education, under the leafy tree of
apples of Sir Isaac Newton when this one was assaulted by an idea.” Publishing
Rotten Apples. Londres, Incalaperra. 1495. ISBN 0 800 345 678 34567800
[ii]
Traídas por el ventosero, obviamente.