martes, 26 de diciembre de 2017

UN DIA EN EL VALLE DE LOS SAPOS


Nuevamente, Wilson el aceitoso ha escrito un cuento para deleite de los incautos, los incapaces y los incas. Lo ha dedicado a su señora madre, la Sana. El Sanito lo ha difundido en las redes.  


En los suburbios de la aldea en el valle de los sapos, amanece temprano como en todas partes del redondo, rugoso,  curvilíneo y accidentado planeta, y atardece tarde, oscurece por la noche y donde la obviedad no siempre es obvia.

Temprano se levanta Juan Tumbero, calienta la pava como Celeste la que anciana sigue cantando como una piba, se olvida  de ponerle el líquido y preciado elemento a la pava, y arde cuando de enjuagarse la cara vuelve a la cocina. Arde él, arde la pava.

A 157 metros de la vivienda de Tumbero, se ubica el negocio de don Jeringoso, especializado en la venta de jeringas de goma, pero aún está cerrado, es pá irnos ubicando no más.

Desde  lo alto del cerro “Suspiro Holliday” se lanza el ave, planeando suavemente, oteando el horizonte, avistando otras aves más pequeñas que él, dobla el cuello, con su mirada penetrante ausculta el suelo, abajo, a 500 metros; se eleva todo lo que desea, todo lo que puede y aún más.

A 200 metros del negocio de las Jeringas, en dirección al cerro,  el bandurriero va saliendo para el mallín, con su gomera, su morral y el sombrero que no es “su” sombrero, porque se lo quedó él, al volar de la cabeza de su vecino Morro el gordo.

Ahora el sombrero gris, grasiento, mugriento y no te miento que se acomoda con el look harapiento de su portador, ya se encuentra insertado y plenamente adaptado, acomodado y hasta la tumba te acompaño, sobre la humanidad del bandurriero.

Juan Tumbero sale afuera de su covacha, ya ha mateado, ha engullido unas tortas fritas con unas tiras de asado del mes pasado, saborea el charqui y ve a una cuadra de distancia la figura inconfundible de Don Bosquer, otro que parece aquel karateka payasesco que se podía ver en la tele en los 70, avanzando raudamente en su vieja y oxidada bicicleta, con su joky ladeado sobre la canosa cabellera de origen alemán y un yuyo apretado entre los labios carnosos.

“¡Oh, no!” exclama llevándose una de sus manos a la frente y con rapidez de un rayo, se hace de sus elementos huyendo por una puerta lateral (“siempre hay que tener una puerta lateral para escapar”, dicen que decían que dijo Butch).

Se escuchan las palmas huesudas del alemán sonar frente al portón de Juan Tumbero. Agrega el “riiinnggg” del timbre de su bicicleta que nadie se animaría a robarle, sin éxito.

Juan Tumbero el sobadero, apura sus pasos, el sol ya calienta, y raudo marcha con su calva al aire.

Ya las bandurrias con sus estridentes “teck-teck” alzan vuelo con dirección no conocida, y algunas caen bajo las artimañas de “el bandurriero”. Les tuerce el cogote y las mete en su morral a razón de 2 o 3 por día.
Su piel oscura, (la del bandurriero) delata su alimentación monocorde y carente de vegetales y hortalizas, salvo alguna vez achicoria salvaje, flores de diente de león, y de postre calafate (en enero).

Abierto “Jeringa´s shop” la gente se va arrimando para poder tener cada uno su jeringa.

En el mostrador, ayuda con cara de pocos o ningún amigo o amigas, “la” Martita, hija de Tito y Tita, los que vinieron de Italia a poblar la tierra de por acá, y tuvieron 7 hijos: Tito, Tino, Tiziano, Tadeo, Teresa, Tita y Martita.

Cada uno de sus hijos tenía una tarea definida en la casa: Tito lavaba el fitito, Tino encargado de los equinos, (juntar la bosta, darles agua, cepillarlos, varearlos, ensillarlos, desensillarlos), Tiziano era el encargado de conseguir de la manera que sea, un Cinzano para poner en la mesa dominguera acompañando los tallarines de la Nona, sin que falte el sifón de soda.

Tadeo el que compraba o sustraía la cebolla de verdeo para la comida. Todos los días, de toda la vida, la comida tenía cebolla de verdeo, dicen que por eso los Titos como se los conocía, no tenían relaciones estables, todas sus amistades eran inestables.

Así que no tenían amigos, tenían relaciones inestables. Pero al menos tenían algo. Hay algunos que no tienen nada.

Teresa ponía y sacaba la mesa, y dale que poner la mesa, sacar la mesa, levantar la mesa, era poseedora de unos bíceps llamativos y superlativos como así también amedrentadores.

Tita debía ayudar siempre a sus hermanos en lo que ellos le requerían, y Martita había decidido trabajar afuera. Cuando estaba adentro no trabajaba.

Casi siempre estaba adentro.

Juan Tumbero llega a la casa de alguno de los aldeanos que lo llaman para contratar sus serbicios, sí con “b” porque él es el sobadero, tiene cuit, cuil, cuis, y … va para las casas.

Ahora está sobando[i] a Ramón el rebelde. Su progenitor no comprobado lo llamó Ramón, porque su padre (el abuelo del nene), se llamaba Anastasio. Siempre cuestiona las órdenes paternas, así que su madre le tiró una chancleta que surcó el espacio e impactó contra uno de sus dos glúteos traseros. El dijo: -“duele!” Su padre le respondió: -“sobáte”. Dicho esto y escuchado por la señora madre, llamó inmediatamente a Juan Tumbero que lo está sobando por la módica suma de 100$. Ellos esperan que después de esta sobada, Ramón se porte bien.

Mientras tanto, toman mate almibarado alimenta parásitos, con cáscara de naranja sin lavar, menta orinada por el perro del vecino y hojas de coca traída por el gomero del punto Charlie.

Juana la loca frecuente y frenéticamente concurre a “Jeringa´s shop” para cambiar sus jeringas para las enemas semanales, que prefiere para sus retoños, en vez de los antibióticos, en vez de las pastillas, en vez de cambiar su menú basado en mandioca, batata, papa, pan, fideos, arroz, pan, mandioca, batata…

Hay jeringas de todos los tamaños, jeringas de goma, jeringas plásticas descartables, jeringas para seres humanos, jeringas para animales, jeringas para plantas, jeringas, jeringas, jeringas.

Todo el mundo en la aldea tiene alguna jeringa. Maniáticos de la jeringa.

Incluso a veces la gente hace cola allí, cuando llegan al pueblo las ventosas.[ii] Ventosas de vidrio. Si el sujeto, sujeta o individuo posee aire en alguno de sus cachetes, superficie muscular, o área indicada del cuerpo, se le coloca allí con una base de cartulina adherente que posee un fósforo erguido, se lo enciende ubicado en la zona a tratar (a tratar que se cure) la ventosa, que se adhiere a la piel, chupa el aire, y sana sana colita de rana.

Han ocurrido accidentes donde intervienen los bomberos incluso, cuando por ejemplo hay mucho aire y la ventosa estalla incrustando astillas de vidrios por todas partes, o generando pequeños incendios.

(Con lo cual resulta contraproducente para el paciente ventoso todo el caos producido, que le ocasiona contracturas y durezas peores que las tenidas antes de ser ventosado.)

Esto lleva frecuentemente a apagar esos incendios y comprar nuevas ventosas.

Se cuenta que en cierta ocasión, en el punto Charlie, la vivienda de Canuto Flores, su amada esposa le estaba colocando ventosas, sabido es que cada ventosa tiene una numeración por si ocurre un accidente o se debe hacer un reclamo. Por ejemplo, el número 090096960000670340332666.

Le estaba colocando ventosas en la espalda usando fósforos de madera 2 patitos. Fue cuando le colocó la ventosa 090096900006734343666, que primero se adhirió a la piel con toda su presión, y en un respiro profundo de Canuto, la ventosa salió violenta  y velozmente despedida, atravesó la ventana abierta, se elevó por encima del árbol y se perdió en el  infinito.

Los `perros de la cuadra, escuchando el sibilante y agudo sonido de la ventosa perforando el aire, aullaban; los gatos trepaban enloquecidos hacia la copa de los árboles, y algunos gorriones se chocaban contra los cristales cayendo desvanecidos, con lo cual los gatos bajaban tan rápido como  habían subido, perseguían a los gorriones ya recuperados de su desmayo, y por ende, los perros se lanzaban a la carrera tras los mininos autistas.

Meses después, informaban del hallazgo de un objeto con esa numeración, en las arenosas playas de Australia. Había surcado todo el océano esta ventosa viajera y aterrizado con toda suavidad en la gran isla.
Va llegando la hora del almuerzo y el bandurriero ofrece rutinariamente, casa por casa, home for home, su producto: carne de bandurria precocida.

Sus ventas tuvieron un éxito enorme la primera vez. Pero después cayeron en picada, ni aún picada la carne pudo venderla. La dieta monocorde, oscura, su piel también. Ojos que resaltan en la piel del hombre. Enloqueciendo está y un traje de bandurria  prepara para tirarse de la punta del cerro.

Dicen que el Rifle Varela está esperando que le avise, para filmar el vuelo y la caída.

Juan Tumbero sigue sobando y ya va recogiendo como 500$ y más de un insulto insuperable.

El barriletero pasa corriendo por la calle principal (no hay viento hoy), llevando varios barriletes multicolores, seguido por una banda de niños bullangueros. Pura bullanga esta aldea.

Hoy no van a la escuela. Es sábado.

Guardan el sábado, el domingo, y todos los feriados kirchneristas. Por eso todas las calles son de tierra.

Sin embargo, en la escuela “4 gatos”, Ivor, Heber e Iver cumplen cada uno su rol sin desmayo.

Ivor, galenso venido a menos, colecciona gatos, se sienta a las 5 de la tarde a tomar el té con leche con ellos, con torta galesa, facturas que no pagó (del gas, la luz, cloacas, agua, etc.), manteca de leche de cabra, dulce de mosqueta y otras yerbas.

El se encarga del mantenimiento de los caños y los cables, de los picaportes, cadenas del baño, inodoros, y de cazar perros invasores.

Heber, maestro ciruela, dejó la profesión para seguir trabajando en la escuela, siendo responsable de responder preguntas. Su trabajo es agotador. Cada vez que un niño en el aula formula una pregunta que el docente no puede responder, inmediatamente toca una campana exclusiva para que se haga presente Heber.
Heber el respondedor.

Heber el Gordo Petete.

Heber un sabelotodo.

Es como una wikipedia de dos patas, y con su sarasa sarasa deja mareados a alumnos y maestros, con esto sucede que los niños van aprendiendo conceptos muy confusos del mundo, los inmundos, los edmundos, raimundos y musimundo.

“¡Hay Raimundo, para qué te traje al  mundo!”

Es un despiole generalizado en la escuela, ya que cuando suena la campana para que Heber se presente en el aula “X”, puede de repente sonar la campana para que vaya corriendo al aula “XX” y simultáneamente suena la campana del aula “XXX”… ¡epa!!!

Por decir, pa explicar, vio?

Hay días en que los alumnos escuchan una campana y salen eyectados con sus útiles para el corredor, creyendo que hay que formar para regresar al hogar y los maestros desesperados corriendo atrás de ellos para hacerlos regresar a las aulas.

Iver era sobador pero dejó su puesto a Juan Tumbero cansado de tanto sobar, quedó sobado.

Ahora en la escuela, es el responsable de juntar la basura de los cestos de cada aula, la lleva a la dirección cuando toca la campana final y se van todos a sus casas, y con la directora Pontantiero Griselda y la vicedirectora Canuta Sinforosa Cañete, hacen basurología.

Revisan cada papelito para encontrar si lo hubiera, alguna inscripción, leyenda o escritura comprometedora y así investigar a la docente, alumno o personal en cuestión, y actuar en consecuencia para evitar males mayores.

Los males menores no se evitan, ocurren nomás y se los deja ocurrir.

Y así es un día en la aldea del Valle de los Sapos, la que tiene las calles de tierra, porque todos son kirchneristas.


 Dedicado a mi santa, abnegada y negada madre, la Sana.
Wilson el Aceitoso






[i] Castigando con un cinto. (I punish with belt). Locko, Jhon. “Thoughts on the education, under the leafy tree of apples of Sir Isaac Newton when this one was assaulted by an idea.” Publishing Rotten Apples. Londres, Incalaperra. 1495. ISBN 0 800 345 678 34567800
[ii] Traídas por el ventosero, obviamente.

jueves, 16 de febrero de 2017

HISTORIAS DE LA BAHIA DE GUAN MATAMO

(A LA VUELTA DE ASCOCHINGA, ENFRENTE DE VILLA LOS TOTOS Y LAS TOTORAS)

Iba Guadalupe Agüero la aguatera llevando agua en su canoa para los vecinos ribereños. Se encontró en una curva del río Bobonara, con José Carpintero el carpintero del barrio amigo de la hija de Guadalupe; Acuosa Bermeja la que no se sabía si era rubia arrepentida de haberse arrepentido de ser morocha y si había nacido así o se hacía no más…era hija de don Inostroso Meorino Lavados, alias “el mojado” y sobrina en segundas nupcias de Juan de la Costa y de María Laotra.

José era amigo de Acuosa y a la vez jugaba frecuentemente a las cartas con Ramón Cartero Rabón, lógicamente el cartero del barrio, empleado del Correo Oficial. Y Cartero Rabón era amante de la Lucy que venía a ser prima de Guadalupe que a la vez era hija de Sinfrenos Quintín y doña Luciferiana Arrobada que vivir con ella era un verdadero infierno fíjese.

Lucy hija de la otra Luci, tenía un hijo del corazón… -era adoptado? No, le decía del corazón porque cuando lo tuvo casi se le paraliza el corazón en parte de alegría, en parte por los triglicéridos, mire. Ese hijo tenía siete años de vida cuando le puso Anacleto. No tenía apellido porque en la oscuridá difícil fue ver quién lo progeniaba y en el pueblo ribereño no había corriente eléctrica aunque vivían a diez kilómetros de la represa de El Tome-Bamba.

Don Juan de la Costa había tenido un primer matrimonio con María Launa del que felizmente no tuvieron hijos porque duró poco, Don Juan se enamoró perdidamente de María Laotra… –estaba muy enamorado?- no!; digo no sé, digo perdidamente porque justo un día que andaba perdido en los senderos de los matorrales fue María Laotra la que lo orientó para volver pa las casas y ahí quedaron enamorados los dos, dijeron ellos, ellos dijeron eso siempre y nadie se animó a desmentirlos, con lo que el término “desmentir” ya da por sentado que había una mentira primigenia.

Guadalupe Agüero juntaba agua en el río, la ponía en unos tachos de 200 litros, le metía lavandina y después colocándola en bidones la vendía recorriendo el río en un desvencijado y ruidoso bote, y vendiéndola como agua potable a los sufridos pobladores.

Cuando llovía que llover llovía con granizo y todo, Guadalupe no vendía nada porque los vecinos, avivados, juntaban el agua de lluvia y además juntaban los cubitos para ponerlos en conservadora y tener un poco de refresco para el tereré, fíjese y vea.

Guadalupe era pentamatrimonial…, -tenía cinco maridos- no amigo; había tenido cinco matrimonios y era viuda del primero al último. Se había casado primero con Bongo, cuando las fotos eran en blanco y negro. –Ah, conservan fotos en un álbum seguramente… No, yo no dije que se hayan sacado fotos, y si se sacaron cuando se casaron, esas fotos no prosperaron.

Pasó que  no tuvieron hijos, y Bongo un día se ahogó. –Oh, se suicidó, pobre hombre!- No, no se suicidó ni lo suicidaron, la razón de la muerte puso el doctor: “Murió porque fue a nadar después de comer sandía. Punto.”    

Al otro día no más, se casó con Bono que en cierta ocasión se atragantó con ajo, ya que ajo y pan era lo único que había para comer,  y murió de un paro cardíaco.

Al mes, -Guadalpue- se casó en terceras náuseas –nupcias querrá decir- Y yo que dije? -Ud. dijo “náuseas”. Bueno, “nupcias”, en terceras nupcias con Borongo con el que tuvo a Acuosa Bermeja y después de un año de felicidad de estas terceras náuseas, Borongo se fue a dormir la siesta debajo de un sauce llorón, y hasta ahora no se despertó. Mire usted.

Fue luego de este acontecimiento, que dijo “esta vez me va a ir bien” y se casó con Bonmono saliendo de testigo su hermano Baja Mono y su vecina Tan Ke Sher Man (la vietnamita) hija adoptada de Teo Torgo Unsorbo Man, que estaba unida de hecho y no a derecho, con Armando Bulla el poceador.

El matrimonio duró nueve meses pero no pasó nada, y Bonmono le pidió el divorcio a Agüero, ésta se lo otorgó, para que pudiera ir al cuartel para cumplir con el servicio militar. – Fueron al Registro Civil…?

No qué Registro Civil ni Juez de Paz ni qué ocho cuartos, Bonmono se paró en la vereda de la casa, se puso las manos a manera de parlante y gritó: “Vieja, me das el divorcio?” Y de adentro volaron un par de zapatos, dos pantalones, algún calzoncillo, medias, una corbata, dos camisas y un pulover, una mochila de lona y un jabón de pato..

Esa fue la respuesta y Bonmono entendió, entendió el mensaje y rumbeó pala ruta de una.

-Jabón de pato! Sí, eran jabones caseros hechos con glicerina y algo de unos yuyos, después agarraban un patito, le sacaban las tripas, lo rellenaban con el jabón, lo cosían y ahí uno tenía un jabón, esponja, un juguete simpático para la ducha.

Antes de la separación ya estaban divididos, Baja Mono siempre le traía cocos que bajaba de las palmeras, de regalo se los traía a Guadalupe y se los daba en ausencia de Bonmono en cuerpo presente y en vivo.

Ausente el hombre por su oficio y por ser tal. Era fontanero.

Congraciábase con la viuda reincidente (Baja Mono), que según los vecinos adyacentes al rancho de la aguatera, la convocatoria al servicio militar a Borongo fue una salvación para éste, que sino, podría aparecer suicidado en cualquier recodo del río, decían ellos, malpensados, malhablados exhalando albahaca y menta entretanto proferían palabras masculladas y proyectaban miradas torvas.

Así que toda la comunidad lo veía como un nuevo hecho de viudez sin cuerpo del delito, sin incumbencia o injerencia de procedimiento formal alguno, sin fojas, sin foliado, sin sellado, ni archivado, mire y vea.

Y al cabo de unos cuantos años, algunos me dicen “más de una década”, vivían felices Guadalupe Agüero y Baja Mono, ella vendiendo agua y él trabajando como sepulturero.

Dice que un día antes de volver pal rancho, le dijo a su compañero el taiwanés Té Sepul Toyá-Chi con quien compartía el trabajo de hacer los pozos para los sepultados, mantener el jardín del cementerio, y otras yerbas, “voy a hacer otro pozo por las dudas”, Sepul no atinó a responder y con sus ojos rasgados que era casi como mirar por una rendija, lo miró y se quedó quieto viéndolo.

Lo miró yéndose en dirección a su rancho, coincidente el camino con la puesta de sol más pintoresca que Sepul pudo haber visto, caminaba, cabizbajo y solemne…

Al otro día, por la tarde, Sepul tapó con tierra colorada el pozo que Baja Mono había hecho –sin saberlo- para sí mismo.

Es por eso que siempre que uno hace un pozo debe reflexionar, no hacerlo por las dudas, sino hacerlo con un fin determinado, por ejemplo juntar aire de la atmósfera, juntar agua de lluvia, juntar mugre o no juntar nada por si alguien no quiere nada…

Inostroso “el mojado” era primo hermano de Sinfrenos Quintín, el que estrelló el carro tirado por burros contra un árbol de eucaliptos en la calle Bajada del Diablo una tarde que venía sin control de alcoholemia, pasado de decibeles, de grados y de todo lo que era medible volando los burros por los aires, y de ahí quedó nomenclado como se dice, Sinfrenos con su apellido Quintín.

Y tenía tres hermanos Desastroso, Pastoso y Gozoso el que parecía un mono tití, siempre mostrando los dientes no se sabía si se estaba riendo o tenía parásitos.

Desastroso rompía todo lo que le venía a la mano. Si estaba almorzando una vez que terminaba de comer, agarraba el sacacorchos y comenzaba a manipularlo nerviosamente, y vuelta para aquí y vuelta para allá, y dale que dale hasta que lo rompía.

Cuando Inostroso le prestó su moto para ir a buscar unos remedios a la Farmacia Payé, le chocó la moto contra una termitera y le rompió el manubrio, las luces, los adornos y las pegatinas, (calcos, calcomanías), todo un verdadero desastre.

Con Pastozo era muy difícil iniciar o mantener un diálogo y menos finalizarlo, porque tenía la boca pastoza y el hablar pastozo a la par que le gustaba comer pastas y “maencima” como diría mi vecino Edgardo el que se disfraza de leopardo, comía ruidosamente con la boca abierta de par en par.

Los tres se habían enamorado de Lola Chuneo la morocha que organizó un “lolazo” por los derechos de la mujer dijo ella, y las convocó a los gritos por los pasillos y senderos del barrio rojizo, para determinado día y hora al pie de la única palmera seca y sin copa que estaba en firme, en donde se juntaban los gurises para tomar cerveza o ver pasar las guainas…

A la hora señalada, ese día, Lola se sacó el corpiño y de entre los matorrales salieron eyectados Gozoso a las risas peladas, Desastrozo que tropezó con una rama seca y se dislocó el tobillo, y Pastozo que en el sorteo de cerebros quedó fuera.

La vieron con sus pezones al aire y se enamoraron a primera vista. Nunca hubo segunda vista, Lola avergonzada se puso la remera y salió corriendo para su rancho y de ahí para la Terminal que estaba como a treinta kilómetros y haciendo dedo, ni hablar que fue todo rápido y sacó pasaje para irse a la Punta del Cerro. Y ahí terminó la lucha de la mujer.

Corcho Sepúlveda que estaba mirando todo desde adentro de un tacho con agujeros, dijo “para qué quiere mostrar si no quiere que la vean, no entiendo un pomo.”

Otro que quería vender algo aunque sea, era Vente Veoelí Vendedor. Hacía con cartulina a la que le pegaba con engrudo fotos de paisajes juntados del basural, hacía dije, señaladores.

Le gustaba leer, así que leía la revista de publicidad del supermercado, las revistas que le tiraban, las frases en los boletos del colectivo, los carteles de la ruta, los grafitis, y probaba los señaladores y los ofrecía a un peso cada uno con entrega a domicilio y les decía a sus probables clientes que ya habían sido probados con éxito.

Cuando fracasaba en su venta que era casi siempre, una virtud patológica tenía, que era reiterativo el tipo y aparecía al rato con otro producto para vender.

Un día se le ocurrió vender payancas (o payanas) en bolsitas. Ponía cinco piedritas mas o menos similares, redondeadas, de las que había por todo el pueblo y las ofrecía a cinco pesos para la madre, para el padre, para los nenes, para que se entretengan sanamente y en familia haciendo la M o la W como sea, jugando a la payanca. La simple y la doble.

Golpeó en la casa de María Laotra y ésta le compró, compadeciéndose, un jueguito de payancas para jugar con don Juan de la Costa cuando volviera del trabajo.

El trabajo de don Juan de la Costa era no trabajar, salía a la mañana temprano con un morral, se colocaba el percudido yoqui (gorra) y enfilaba por la calle principal en dirección a la represa donde decía que trabajaba de capataz.

Todos se habían tragado eso de que trabajaba en la represa.

Pero nadie sabía que en el morral llevaba anzuelos, piola y lombrices y por allá se ponía a pescar mientras aumentaba su prominente abdomen enriquecido con muchas gaseosas, choripanes, panes, asados, y más panes. Los chicos cantaban: “Morral, morral, que don Juan capaz tá en el matorral…” y se divertían los chiquillos en patas por el barro colorado, corriendo y chillando, hasta que la Vieja Tonga aparecía con la escoba y si alcanzaba a darle a uno era pura coincidencia.

Hablando de lombrices, Vente Veoeli Vendedor te quería vender lombrices a toda costa, cuando cualquiera que agujereara el suelo las podría obtener gratuitamente.

Y Don Juan cobraba un plan.

Un pasatiempo tenía Don Juan, los colmenares. Tenía cuatro, o cuatro supo tener. O al fin no supo tenerlas porque ya no las tiene, pero las tuvo y que las tuvo, las tuvo.

Las había comprado en la feria mayor. Y dónde quedaba la feria? Ni idea. Y había una feria menor? Sólo se conocía la mayor. “Así estaban las tonalidades” decía Tono el amigo de Guadaña y compinche del Juan y la Aída, hijos de Blanca Lamanca Salamanca.

Cierto día vino Bongo contratado por don Juan para que le de vuelta tierra y estaba dale que dale pala, pico, rastrillo, cada vez transpirando más y más fuerte, de repente las abejas se ensañaron con Bongo.

Quedaron tres colmenas.

En otra oportunidad, apareció Borongo para cosechar las naranjas del naranjo amargo del jardín del fondo de la casa amarilla de don Juan, ya que éste a causa de su abdomen no podía trepar en él. En el árbol.

Borongo no era sujeto ni individuo afecto a la higiene. El no era clean-frendly. Su aroma corporal era tan pero tan fuerte que las abejas no tardaron en venirse como al humo y a toda velocidad contra su humanidad. Un castigo divino por donde se lo mire.

Ahí quedaron dos colmenas.

Y ya van dos amigos menos para don Juan.

Después de esto, un oso hormiguero desorientado y poco experimentado confundió la colmena número dos como un hormiguero, metió la lengua…


Si pensás que queda una sola colmena, estás en lo cierto.

A la colmena número uno don Juan la agarró a palazos con el garrote del mortero de Narciso Epifaneo Gorilla Gorilla que en paz descanse, el Día de los enamorados en que se pelearon él y “la otra” como solía referirse a su mujer.

No hay más colmenas, no hay abejas, no hay miel.

Y ahí va pasando Manolo cara de mono como se lo conoce al hijo no declarado de la Vieja Tonga, es medio rarito, le dieron para que lleve en una mano la bandera del arcoiris y en la otra un cartel con la foto del Che Guevara, le regalaron una soutien con encaje y un lápiz labial rojo, y se va corriendo a una manifestación en un pueblo vecino donde podrá comer un choripán, tomarse una cerveza y militar por la causa.


La soutien y el lápiz labial; bueno ahora la Vieja Tonga tienes unos labios…!!.

Coproducción:
Gibbon Sinja Bone
Wilson El Aceitoso