jueves, 26 de mayo de 2022

EL OMNIBUS VARADO DE DON POTTO

Valeria Guzmán está sola en la Terminal de Omnibus de Esquel. En realidad no está sola, está agarrada de su valija y tiene sobre su espalda una mochila con tela de vaquero que le hizo su abuela. La tiene colgada, cargada. Pero se siente sola, muy sola. Tiene que hacer un viaje que nunca hizo, por una provincia que no conoce y caminos nuevos. Está cansada luego de volar desde Aeroparque en La Monopólica, una línea aérea camporonga devaluada y perdedora, hasta el viejo Aeropuerto de la ciudad donde se entera que para ir a Comodoro Rivadavia estaba programado un ómnibus esa misma noche. El dinero disponible no alcanzaba para volar hasta la ciudad petrolera y ahora ella se encuentra a merced y buena o mala ventura de la vieja empresa cuyo ómnibus ya estaba en la plataforma con el motor encendido, contaminando y ahogando con el humo a todos los que estuvieran cerca, a pesar que se decía que con esta nueva Terminal, no pasaría eso, eso; sigue pasando. Nueva terminal con viejas empresas con viejos hábitos arraigados que no se pueden cuestionar y menos plantear un cambio para bien. Valeria sintió un toque en el talón de su zapatilla, se dio vuelta y vio al empleado de la limpieza que la miraba desde el comando de un lampazo embebido en gasoil, haciéndole un toque para que le diera lugar con el propósito de pasar el lampazo justo donde ella estaba de pie, mirando alrededor. Notó que la mirada del blanquecino empleado limpiador, era muy aguda, como acusadora, torva, aguilucha, desagradable y presagiosa quizás. Una voz gangosa e inentendible anuncia por el altavoz la partida del ómnibus de Valeria, perdón, de la empresa Don Potto, algo se entendió porque los eventuales pasajeros, algunos arrastrando los pies como condenados, alguno y otro con barbijos, trastabillando, balanceándose a uno y otro lado, sus miradas semejantes a las de los zombies de las películas que mira Valeria en su departamento cuando está sola, comenzaron a dirigirse hacia el ómnibus en la plataforma 3.
Un descortés ayudante, acomodó la valija en uno de los depósitos del colectivo, cortó el papel del boleto, le dio la otra mitad y un ticket por su equipaje. 10 minutos sentada, esperando que aparezca el chofer. El motor, todo el tiempo en marcha, gaseando el Universo. De repente, el vehículo estaba siendo conducido hacia la ruta. En ese momento comenzó a nevar, cayendo copos muy pequeños aún sin acumularse en el suelo o en el parabrisas del colectivo. Desde su asiento en el piso superior, el primero al frente, Valeria tenía una visión privilegiada panorámica del paisaje nocturno, pero no iba a ver mucho esa noche, al menos eso creía ella.
Por momentos, perros negros cruzaban la ruta por delante del ómnibus, y un chimango llegó a estrellarse contra el techo produciendo un sonido breve, seco y contundente, lo cual estremeció a Valeria y también provocó el deceso instantáneo del ave. Seguía nevando. En cercanías de Tecka, Valeria tuvo que sacarse el pullover ya que la calefacción había llevado la temperatura cercana a los 38 grados, trató en vano de hablar con los choferes, cuando les pidió que tengan la amabilidad de bajar la calefacción un poco. Ellos, en especial el gordo descortés, la miraron como si en realidad miraran a través de ella, y no le respondieron en absoluto. En una subida, el ronroneo del motor trastocó en algunos estornudos, porque los colectivos estornudan también, pero no pasó nada que le pareciera anormal, pusieron un video en los monitores, (el del medio no funcionaba). La película era prohibida para menores de 18 años y contenía escenas de violencia, sangre y sexo explícito. Entre el pasaje iban algunas familias, algunos niños, y otros adolescentes. No había manera de evitar ver la porquería que habían puesto, y Valeria tuvo sed. Entonces, se dirigió al dispenser de bebida, en este caso jugo, se sirvió un vaso, tomó un sorbo mientras trataba de mantener el equilibrio y sin querer escupió lo que había llegado a su boca, un jugo desabrido, desagradable. Optó por tomar agua, se sirvió un vaso, leyó la marca y literal decía “Chorongo”. Tomó un par de tragos y comenzó a sentirse mal. Fue al baño en el piso inferior y notó la mirada libidinosa de uno de los pasajeros, curiosamente muy parecido físicamente al limpiador del lampazo. Pensó “el sátiro del lampazo”. El baño estaba sucio. Directamente no lo usó. Pensó, voy a aguantar. Pero no quiero enfermarme por usar un baño lleno de bacterias y nada higiénico. En Tecka el colectivo entró en la miniterminal. El chofer anunció: -"paramos 10 minutos", ella corrió su cabeza para poder verlo pero lo vio de espaldas. Se bajaron todos los pasajeros, algunos fueron al baño, (ella también), otros al kiosco a comprar, otros "a estirar las piernas". 20 minutos después volvieron a salir a la ruta. Valeria se quedó dormida en su butaca. En algún lugar de la ruta, en dirección a Comodoro Rivadavia, en la madrugada fría de agosto, cuando la nieve seguía cayendo y cubriendo todo alrededor, iluminando el paisaje, mitigando de alguna manera la oscuridad nocturna, el colectivo se sacudió, el motor hizo ruidos raros y el conductor fue sacándolo de la ruta a un costado, para detenerse justo casi debajo de un árbol sin hojas, cuyas ramas como extremidades de un fantasma, se recortaban bajo la nevada patagónica. El chofer anunció que el motor se había roto, que tenían que esperar que pase algún “alma” para pedir socorro. Se quedaron sin luz. Se quedaron sin calefacción. Eran las 03 de la mañana de un frío día invernal de agosto y seguía nevando. A las 04 de la mañana, tiritando de frío, hicieron un fuego con pasto y algunas ramas. Uno de los choferes juntó unas piedras grandes, puso una parrilla pequeña, puso fuego, y colocó la pava con agua sobre él, (sobre el fuego). En las rutas patagónicas no hay señal de celular, por más moderno que sea tu celular no te podés comunicar con nadie, nadie te puede llamar, entrás como en la cara oculta de la luna. Incluso algunos viajeros nocturnos cuentan que en esos parajes desolados es común ver naves extraterrestres descompuestas al costado de la ruta y los extraterrestres a veces hacen dedo y se enojan cuando no los levantan. Ramón Castaño preparó unos mates y comenzó a cebar a los presentes. Los ausentes no toman mate, al menos es lo que se sabe por estas tierras... A Valeria le parecía que Ramón echaba agua en el mate sin que éste se llenara, por varios segundos, demasiado tiempo, pero dijo para sí que era una ilusión o por el estado de estrés dada la situación que estaban viviendo, su percepción estaba algo alterada. Ramón le alcanzó el mate con una mueca indescriptible y volteó su rostro hacia la creciente oscuridad. De repente, una niebla espesa comenzó a envolver el lugar y Valeria comenzó a escuchar los sonidos como alejándose, la conversación entre los choferes, Ramón, el gordo Vázquez y el chofer sin cara, se sentía como con ecos, como si hablaran dentro de una catedral gótica. Valeria sintió que flotaba en el aire. Los cuerpos, siluetas difumadas, fantasmagóricas, etéreas... A la distancia se podían oír aullidos de zorros y de garzas brujas que planeaban en la noche bajo la nevada persistente. Los zorros no planean, las garzas sí. A Valeria le pareció oír carcajadas y risotadas de ebrios alrededor de un fuego lastimero. La niebla salía del vapor del agua que caía en el mate porongo. El agua caía sin cesar pero el mate no se llenaba. Valeria tembló pero no supo si era de frío o de miedo, o las dos cosas a la vez, o quizás tembló pero no de frío ni a causa del miedo, tembló porque había que temblar. El chofer se notó en medio de la neblina como queriendo invitar a los pasajeros a subir al colectivo. Subieron. Valeria cayó en la cuenta que cada vez que intentaba ver el rostro del chofer, éste daba vuelta la cara, y ahora con los cuellos de la campera negra levantados, de punta, daba miedo, parecía Barnabás Collins, o Collins Coliqueo, o Collins Chapman, o Phil Collins, alguno de ellos seguro. Él subió, subió Ramón. El gordo Vázquez no. El tenía que quedarse ahí por si otro colectivo se descompusiera, entonces el gordo Vázquez los acompañaba en el sentimiento. El colectivo arrancó pero sin hacer ruido. Las puertas se cerraron automáticamente. FIN Recientemente se supo que la unidad 5462 de la Empresa Don Potto, justamente el que nos ocupa aquí, fue encontrado en el Triángulo de las Bermudas, flotando sin dirección ni rumbo. Los pasajeros que se quedaron en Tecka, viendo boquiabiertos que el colectivo continuaba viaje sin ellos, se muestran sorprendidos y a la vez alegres de no haber desaparecido en el Triángulo. Juran que nunca más se van a subir a un ómnibus de la empresa Don Potto, pero no les va a quedar otra que hacerlo cuando necesiten viajar, porque no hay más ofertas en el rubro y ellos no tienen ni una carreta tirada por almas. Y desde el Triángulo envían watsaps a Valeria. Pero Valeria Guzmán, Valeria Guzmán está sola en la Terminal. (N de la R: Lasana y el Sanito elaboraron juntos este cuento para deleite de los viajeros patagónicos y les aconsejan, si tienen que viajar con Don Potto, lleven: - Bolsas de dormir -20°C - Almohada - Linterna vincha - Linterna de mano - Linterna de pie - Fósforos - Encendedor - Estopa para encender un fuego - Un metro de leña - Una sartén y dos huevos de gallina hembra - Aceite, sal y un limón - Pan - Equipo de mate - Anafe con un cartucho - Carpa - Pala para cavar tumbas - Botiquín de primeros, segundos y terceros auxilios - Un cuchillo bien afilado por si las moscas. - Mosquitero - Equipo de pesca con mosca - Moscas para que coman los restos de migas de pan - Inútil llevar celular, no sirve. Ilustraciones de Gibon Sinjabon CREDITOS Lasana como Valeria El Sanito como el chofer sin cara Gibbon Sinjabone como el sátiro del lampazo Los choferes no existen, la UTA tampoco. AGRADECIMIENTOS A todos esos viajeros incansables que andan como fantasmas por la ruta 40. A todos los pasajeros recurrentes con síndrome de Estocolmo respecto a la empresa Don Potto. A mi mamá que me está mirando