N DE LA R
Con mucha alegría comunicamos que hemos tenido que despedir a toda la planta de personal que elaboraba los cuentos. Aquí la lista, y las razones de su despedida:
- Gibbon Sin Jabone. Se le obsequiaron repetidamente jabones siendo persistente y oblicua su negativa a la utilización del viscoso elemento por lo cual llegó al limite de sudoraciones soportables. Su negativa la basaba en que para utilizar el mencionado coso, debía cambiarse el apellido y perdería la herencia de los Gibbon, la cual fuera lograda por tropelías cometidas con Butch y su banda. DESPEDIDO.
- Wilson El Aceitoso. Realizada una auditoría indicada por la AAEA (Asociación Argentina de Escritores Anónimos), la RAE (Radiodifusión Autónoma Estabilizada) y nuestra CEI (Casa Editorial Inexistente) la misma dio por resultado un sinnúmero de delitos muchos de ellos comprobados y otros que son materia de investigación en la InJusticia. Cheques voladores (agarraba cheques y los tiraba desde la terraza del Hotel Salto Grande); robo de diversos elementos nunca pala en varias localidades de la Mesopotamia, atentados incendiarios y asustar gente escondido detrás de los árboles, apedreamiento de techos sin loza y petardismo no autorizado en lugares públicos. El susodicho cometía delitos para inspirar sus cuentos. DESPEDIDO.
- La Sana. Habiendo detectado que aparte de lo que le pagábamos por colaborar con los cuentos, era beneficiaria de un Plan. Para aumentar la Asignación se embarazó y apenas el espermatozoide fecundó el óvulo que osó posar frente a él, tramitó una AUH. DESPEDIDA.
- El Sanito. Investigaciones sucesivas dieron por cuenta una doble vida por lo que también se entendió doble moral, doble labureo para conseguir fondos e incentivos, falsificación de documento público, falso testimonio, fraude al fisco, robo con escalamiento, destrucción de pruebas y falsificación de firma como asimismo tomarse todo el guindado que su Jefe, EL JEFE tenía guardado para el casamiento de dos guanacos chubutenses en El Chalía, por lo tanto siendo procesado por la Justicia, ha sido DESPEDIDO.
En próximas entregas iremos develando cómo se constituye el actual Staff. Por ahora sólo hemos añadido un colaborador: JAB a quien agradecemos sus investigaciones y aportes.
INTROITUS PAGINAL (Introduciendo a la página, mal pensados!)
En el pequeño caserío de casas hechas con latas de aceite, madera de descarte, techo de chapas de cartón, los más afortunados casas de ladrillos con techos sonoros de zinc, todos eran muy ahorrativos. Ahorraban en el uso de sus nombres usando sobrenombres porque a los sobrenombres no había que pagarlos en el Registro Civil, a los nombres sí.
En ese barrio donde a la siesta los gurises no dormían y los techos de zinc sonaban apedreados, las cerbatanas eran de uso corriente como los barriletes, las gomeras, las E de los balastos, los tallos nacientes de caña como proyectiles, los rompeportones para hacer bromas, arcos y flechas de juguete, etc. etc., pasó esto:
De la Anguila de Manolo y cómo transcurría la vida
Raspò la cabeza roja que podía haber sido verde, del fosforito sacado de la cajita "Fragata", y encendió el fuego debajo del tacho donde Manolo (a la sazón, novio tácito de la hija de la encendedora) habìa preparado con tesón y aserrín (màs aserrìn que tesòn); una pequeña caldera hogareña. Con lo que quedaba de llama en el fosforito, "La Negra" sonriendo lastimosamente bajo su cabellera ceniza, encendió el pucho y entonces copiosos chorros de humo emanaron por sus orejas, nariz y boca, aquella mañana húmeda y pegajosa cerca del arroyo Manzores. Como nunca antes, esa misma mañana antes de la tarde del día y de que llegue la noche, el agua que con pereza corría hacia su encuentro con el río Uruguay, estaba largando su nauseabunda pestilencia de la hostia, a la que Pindapoy no escatimaba contribuir con efluentes industriales.
Pero La Negra no se preocupaba por ello, afanada en prepararse unos mates con almíbar (como toman todos en ese barrio ubicado entre dos vías de ferrocarril) y menos aún podía preocuparse si todo el patio, el rancho, la ropa, los elementos de cocina, los pocos billetes de la ajada cartera hecha con tiras de sachet de leche usados, marca "Cotapa", la escoba, el gato, el perro y el vecino, la cotorra muda y la yararà del charco allende al rancho, estaban ahumados totalmente de leña traída del aserradero Blasco.
Por la vía llegaba Manolo en su destartalada y fuera de plomo bicicleta. Por la vía, sobre los durmientes de quebracho y ñandubay saltaban las ruedas y no muy lejos venía “El Gran Capitán” para la Estación Central. Por la vía no hay que andar: “Prohibido circular por las vías”.
El Lucho Montenegro cual Fulgencio, daba los últimos toques al barrilete hecho con tallos de carnicera y naylon de bolsa de mandados. Lo único que había comprado y pagado por ello (en otras ocasiones el Lucho no pagaba o recibía enseres no bien habidos de manos de uno de los Chupa-chupa), era un ovillo de piola al que enceró pasándole una vela para asegurar que no se le corte al remontar la pandorga. A los pocos minutos de embarcarse en semejante empresa, se arremolinaron unos gurises moquientos, intrigados y entusiasmados ante la posibilidad que el Lucho les ceda el privilegio de pilotear y hacer colear el barrilete con forma romboidal y con roncadores que juegan con el viento.
El Choffi, que por enésima vez habíase ausentado de la jornada escolar obligatoria, al que ya se le asomaban algunos pelines prematuros debajo de la nariz lo cual dio lugar al segundo sobrenombre de “Cepillos y Escobas”, dejaba caer con su caña, el pequeño aparejo donde en el anzuelo habìa puesto una lana roja para intentar pescar una anguila y si la suerte lo acompañaba, (generalmente la suerte nunca lo acompañaba y el día que lo estaba acompañando, lo dejó librado a su suerte), si la suerte lo acompañaba, pensaba èl, aunque prefirió abandonar ese sentimiento, tenía pensado caminarse como 30 cuadras hasta el Restaurant de calle Pellegrini y Buenos Aires y vender su anguila para ser procesada y recibir a cambios los óbolos moneda nacional sin escrúpulos, a los que debìa llevar en el bolsillo de su “pantalón cortito, bolsita de los recuerdos”.-
Era tan pobre El Choffi, que vivía en “El conventillo de don Nicola”, un pasillo al fondo y “no sabías si vivía gente, animales, o todos juntos”; (sic de JAB), a decir verdad, era una Historieta, y de ella se había escapado al igual que varios de sus cohabitantes en la calle Liniers entre Lamadrid y Moreno, era tan pobre que ni lombrices tenía, optando por un par de centímetros de lana bermellón arrancados de la bufanda de su hermana. “Si no pesco una anguila, (decía en voz alta mientras caía en el agua de la zanja de las vías su anzuelo) aunque sea que saque una “vieja del agua”, horrible pescado que pululaba por todas las zanjas del barrio, algunas con vertido cloacal, de quien los gurises decían que se podía comer. Ni hablar de las “palometas-fantasma”, que algunos gurises hasta el día y la noche de hoy y mañana y pasado, aseguran existían en todos los cursos de agua del barrio incluyendo el arroyo famoso a cuyas orillas la tribu Chupa-chupa instalara sus tiendas. Palometas que una vez pescadas, si les decían ¡“piraña”! mordían al que estuviera más cerca, pegaban un brinco y volvían al agua aullando.
Manolo lo vio y el tan mono con sus pabellones auriculares ostentosos al viento, lo miró, lo vio bien y le encargó la primer anguila que pescara con lo cual se ahorrarìa tremenda caminata y la gran posibilidad que el pescado llegara podrido como ya tantas veces le había sucedido. Pescado de Lutecia.
Internóse Manolo en la espesura de la entrada al rancho donde también vivía la Vieja Tonga de la cual nunca supimos su verdadero nombre, su apellido, y nos quedamos con su nombre artìstico, “La vieja Tonga”, apodo con el que los gurises la bautizaron por sus rasgos faciales similares a los que poseían los habitantes de la isla homónima. Es notable el querer investigar cómo los gurises pata sucia del barrio Belgrano entre los cuales estaban El Luiyi, El Ojoteta, El Yoyi su hermano, El Colo, El Moncho, El Nehio, El Marieto, El Quico, El Tono, La Gloria, La Paula, El Toti, El Juancho y La Aída, El Palito, El Quico, El Pilila, El Mario alias “Pikika dos”, El Topo Orejudo entre otros,(todos con un artículo antepuesto como si grandes narcos fueran), habían obtenido el conocimiento de la Isla Tonga y los rasgos faciales de sus habitantes, anteponiéndolos a los de las hermanas Tonga y Negra, madres de la Negrita, novia de Manolo.
Ya la Negra había calentado el agua de la pava en la estufa de aserrín por la que salía, por un orificio superior, una hermosa llama casi azulada. El agua de la pava para el mate dulzòn con yuyos que le puso frente a la escasez de yerba: menta, menta peperina, gramilla meada por gatos, escobadura, yuyo colorado, alfalfa, càscaras de naranja, de mandarina, de limòn, de kinotos que rompièndolos estaba, y asì, con la bombilla de lata, de La Tania. La Tania le prestaba la bombilla porque ella de mañana decía que trabajaba de doméstica (domesticaba gatos y hacía masajes a lombrices con hipo a domicilio) en la casa de Alejandro González el que vendía garrafas, sandía, flit, acaroína, harina y yerba sueltas, al contado o fiado en su despensita de calle Lamadrid. La Negra devolvía la bombilla a la tarde así que a la tarde no tomaba mate, tomaba vino tinto “Toro” y escuchaba por la radio “Cuando tenga la tierra”, cantada por Daniel Toro, de ahí que se iba volviendo medio zurda. Pero Manolo le decía, cuando el alcohol ejercía presión en su cerebro, (en el de la Negra) porque él no tomaba vino, tomaba caña “Legui”; “nosotros tenemos tierra, mirá el piso, mirate la oreja, mírate la nuca, fíjate que tenés todo lleno de tierra, fijate los remolinos de arena que vienen por la calle…” Y La Vieja Tonga ponía la cabeza de costado como si tuviera un golpe de aire, se esforzaba en hacer una mueca que simulaba una sonrisa, o un dolor, o la emisión de una flatulencia, alguna de esas cosas, o todas en ese orden.
El barrilete ascendió como 100 metros favorecido por el viento y en la canchita de Montenegro los pibes corrían porque intuían que El Lucho iba a soltar el piolín y el primero que podía recuperar la pandorga al caer, la traía corriendo, habilitado ya para la remontada de la cual iba a ser el único responsable.
Luego de un par de horas intentando una y otra vez siempre con la misma lanita en el anzuelo, El Choffi pudo ver que por la vía se aproximaba El Taco, un malísimo de remaldad, matón de la zona que pegaba a quien se le ponía delante por tan sólo mirarlo, escondióse detrás de unos pastos y después de la pasada, volvióse a su labor hasta ahora infructuosa. Tuvo tanta suerte, de la suya y de la que lo había abandonado, que como venía atrás de El Taco, se quedó con él, y una hermosa anguila de 750 gramos reptando por el agua oscura se apoderó del anzuelo con tanta fuerza que el pescador casi se sumerge en el agua, a punto de caérsele los pantalones y el palito que tenía en la boca, pero sacólo y tomólo con fuerza al animal por su cabeza, y corriendo se la llevó a Manolo.
Las señoras abrieron los ojos bien grandes y se quedaron blancas de la impresión, que para quedarse blancas ellas, la impresión era de una impresión muy precisa, como ver un gato negro volando sobre las copas de los árboles, quedarse con la boca abierta de par en par mirando pa´ rriba, y que justo se te meta una chicharra perseguida por un benteveo y un benteveo perseguido por un carancho.
Fue cuando vino La Negrita y puso en el fuego un sartén con aceite. Entonces Manolo sacó unos añosos y arrugados billetes, que puso en las manos de El Choffi.
El Choffi va corriendo descalzo patitas para que te quiero por el caminito.
A pocos metros, cada vez más cerca, La Dorita quien dice ser su madrastra, va revoleando el cinto, gritándole: “si no te agarro ahora, esperame en la casa y ya vas a ver, ahijuna.”