(Este cuento debe leerse con tonada
correntina a partir del relato en primera persona del cura.
El resto, léase en español.)
Si puede reírse, habré triunfado.
En las inmediaciones de aquel lugar
donde se encuentran el viento helado y el fuego, donde dice que es un “Punto de
Integración”, pero es ahí donde las cosas aparentemente firmes, se desintegran.
Acodado al mostrador de la Ginebra , la Juana , la Mary , la Damajuana y la
Mary Huana , están: Tito el petiso, José el zezeozo,
y Eusebio Tiracorchos.
No, no están bebiendo bebidas
alcohólicas, están tomando tecitos de yuyos en el único lugar posible, varios
kilómetros (cientos) a la redonda para mitigar el malestar estomacal luego de
comer el cordero asado al chulengo que hizo José; más bien diríase ahumado y
arrebatado.
Sin embargo, están de buen humor
recordando el relato de Ramón Orejuela Cienfuegos, el cura exorcista de los
huevos:
“Un día me llama al celular la hermana
Anacleta del Toro, y me dice: “-Padrecito, venga que tengo varios huevos para
darle.”
“Para cualquiera esto sería gran cosa,
pero ella y su familia habían aprendido a ser agradecidos, -sigue diciendo
Ramón.
“Vivían maldecidos, las plantas
salían, crecían lozanas hasta dar la flor y luego se secaban rápidamente, los
melones se secaban en el árbol y se caían, -los mamones- le interrumpe Eusebio,
y Ramón le responde: “-Dije los melones”.
“Loz pájaroz, volando, al entrar en el
ezpazio aéreo de la finca de Anacleta se caían a pique, muertoz”, agrega
zezeando, José.
“Los visones, sigue el cura, venían y
se comían las pocas gallinas sobrevivientes, y no pocas veces se encontraban
osamentas de visones atragantados con las gallinas secas.
“Las habichuelas crecían hasta dar las
vainas, y de repente se achicharraban, estaba todo el campo maldecido, si hasta
las vacas daban leche cuajada cuando las ordeñaban.
“Así que fui, como buen cura, hice
unas oraciones, reprendí a los demonios y después de eso todo comenzó a andar
bien, las plantas crecían y daban fruto, las gallinas cacareaban y ponían
huevos, la leche ordeñada era leche, todo iba de diez.
“Por eso Anacleta del Toro y su esposo
Daniel Aparecido Toro me llamaron y me dieron una canasta de mimbre llena de
huevos.
“Fui, hice los 60 km a todo raje, traje los
huevos, los dejé en el piso y salí corriendo al lado de la parroquia pues una
familia me necesitaba, los atendí, regresé y todos los chicos de catecismo me
comieron los huevos de Anacleta, yo me agarraba la cabeza, no sabía qué hacer, en
eso me suena el celular y escucho a Anacleta que me dice atormentada:
“-Padrecito, se están comenzando a
morir las gallinas una por una y los gallos de a dos, venga urgente, hay que hacer algo, amalaya.”
“¡La Virunga ! Dije, y chapé la
moto –dice y golpea las dos manos- y salí rajando, llegué más rápido que
chancho pa los choclos, me senté debajo de un ombú y le dije: “-Hermana
Anacleta hágame cuatro huevos fritos, no había terminado yo de hablar y ya
estaba fritando los huevos, no digo ya estaban fritos porque sino me van a decir
que soy exagerado, comí mis huevos, tomé un buen par de tragos… de agua con
limón, me limpié con el delantal de Anacleta (que lo tenía puesto) y me levanté
apuradísimo fíjese.
“Padrecito, vamos a hacer misa?” “ – No hermAnacleta, vine a comer mis huevos y
me voy.”
Y allá va el cura correntino en su
moto todoterreno chapada, no se dice con las clinas al viento, porque tiene
casco puesto, atraviesa badenes, vados, guardaganados, tranqueras, alambrados,
charcos, charquis, lomas, lo más apurado, puentes, vadea riachos, mallines,
sube cuestas y las baja también y sigue no más…
Willie el Aceitoso
Ilustraciones: Gugle
Jajaja claro que me reí!!!
ResponderEliminarHemos triunfado
EliminarJajaja claro que me reí!!!
ResponderEliminarDeje mis huevos en el piso y sali!!!!!
ResponderEliminarPronto, cuentos con el involucramiento de dos personajes no pensados: la Tiana y el Tiano
ResponderEliminarPronto, cuentos con el involucramiento de dos personajes no pensados: la Tiana y el Tiano
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