Dedicado a NAN
Cualquier
semejanza con la realidad, es pura coincidencia. Advertencia que hacemos a
nuestros sensibles lectores, dado que nuestras narraciones se basan en hechos
reales.
Corría el año 1970. (Siempre
los años corren). En el interior del húmedo, polvoriento y sofocante territorio
chaqueño, (el polvo volaba a pesar de la humedad: milagro!), en una escuela de
jornada completa, a la que concurrían alrededor de dos centenas de alumnos, a
una de las docentes ocurriósele armar una pecera en la biblioteca.
Fue así que consiguió un
rectángulo de vidrio al que le colocó agua dulce fría, y adornos marinos,
compró algunos peces en cuestión: un
goldfish, dos carpas koi, algunas coridoras, un macropodus, un par de viejas
del agua y dos bagres a los que les gustaba la oscuridad.
También puso en el agua un puntius titteya originario de Sri Lanka,
era el más pequeño y más colorido de la pecera, un macho, su color rojizo
competía con los demás colores en el agua.
Los niños se solazaban
mirando lo que para ellos era toda una novedad, y trataban de no perderse unos
minutos de los recreos para ir a la biblioteca y contemplar el paisaje marino.
Nunca ir a pedir un libro.
No solamente los niños, sino
que los maestros, la directora, la vicedirectora y el personal de limpieza y
maestranza todos estaban embelesados con el acuario multicolor de 180 litros.
Así transcurrían los días
con formaciones, asistencia, planillas, clases, juegos, rondas, algo de
educación, canciones, desayunos y almuerzos siendo la escuela el centro de la
vida de los niños y los docentes.
El acuario era siempre la
novedad. Algunos alumnos “mimados” podían a veces tener el privilegio de darles
el alimento balanceado.
Un día uno de los padres
trajo en donación en una bolsita, un pez telescopio joven, quien poco a poco se
fue incorporando a la familia de la caja de vidrio, con su expresión seria
y mirada profunda.
Fue un lunes de uno de los
últimos días de mayo que cuando la bibliotecaria iba entrando por uno de los
pasillos que le salió al encuentro Gumersindo Leyes, un petiso rubio de rostro
misterioso quien saludó respetuosamente y continuó raudamente su paso firme por
el pasillo con el escobillón en mano.
Cuando la bibliotecaria
llegó a su lugar de trabajo lo primero que hizo fue mirar el acuario y la
sorpresa la dejó helada: el titteya nadaba escorado, herido y un pedacito de su
cuerpo colgaba mientras él luchaba por sostenerse.
Ella salió de la biblioteca.
Apareció uno de los
maestros, el de segundo grado, Collins Chapman, el que los fines de semana era
chapista y por la tarde chapeador. Dice: - Rosita, el titeya (de ahora en más)
está casi muerto y creo que fue el telescopio.
Inmediatamente Rosita la
vicedirectora, Collins, la bibliotecaria y Gumersindo Leyes entran a toda
velocidad a la biblioteca y ahí estaba exhausto, exhánime y exangüe ya,
flotando; el titeya cobrizo.
El telescopio nadaba en la
otra punta de la pecera mirando la pared, cosa que no hacía habitualmente. Los
otros hacían cada uno su juego: ¿Qué hace un pez en la pecera? ¡Nada!
Gumersindo enseguida señaló
con uno de sus dedos huesudos al telescopio y exclamó: -¡Ese fue, mirá cómo disimula!
Se sumó a su infundada
acusación Collins y agregó: -Sí, yo creo
que fue ese, porque los otros días lo empujaba con la trompa.
Rosita la vice tuvo que
salir rápidamente hacia la Dirección de la escuela pues era requerida para
atender a uno de los padres de estas familias ensambladas. El día anterior
había venido la madre del nene, a la tarde llegó la madrastra y ahora venía su
progenitor quien precedía la llegada del actual amante de la madre verdadera y
así sucesivamente. Su oficio era ensamblador de ensambles, bueno pero no viene
al caso.
En ese lapso de tiempo,
mientras los niños desayunaban tranquilos como nunca, Collins se metió el pececito
muerto en el bolsillo del guardapolvo y la bibliotecaria ni fu ni fa, no corta
ni pincha, no se imagina, no piensa, es rubia pero falsamente, asentía tanto a
los sí como a los no o a los ni.
Entonces Gumersindo con el
acuerdo del maestro Chapman el chapeador, sacó violentamente a telescopio por
una de las aletas y lo metió en un recipiente de cocina pequeño que tenía un
poco de agua fría.
Agarró la pava donde tenía
agua caliente para el mate matutino con el que mateaba con Matute el otro
portero y con Carlos Matamala el pintor, y vertió todo su contenido vaporoso
casi prácticamente sobre telescopio que no entendía nada.
Rosita volvía por el
pasillo, Collins el chapista le salió al encuentro, Gumersindo venía detrás con
un escurridor y un trapo de piso maloliente, el maestro le pregunta:
-Señora, ¿qué hago con el
pececito muerto?
-
Y, no sé, ¿dónde está?
-
Acá lo tengo (y lo saca del bolsillo del
guardapolvo) (Mientras, Gumersindo pasaba el trapo de piso en la pared, cosa
realmente rara). Matamala mataba una cucaracha que correteaba por el piso,
dejando una mancha marrón en las baldosas.
-
¡Collins! ¡No sé, en las películas se los
tira por el inodoro, o enterrálo, qué se yo! ¡Pobrecito!
Gumersindo
Leyes estaba muy enojado con telescopio. Collins también estaba enojado pero no se sabe con quién. Apareció la directora Briela Labiela
inquiriendo acerca del asesinato del titeya, quién fue, o quién había sido o
sobre quién recaían las sospechas.
Mientras,
telescopio luchaba por su vida en el tuperware gris. La directora exigió que le
muestren la escena del crimen, y resulta que Gumersindo ya había limpiado todo,
había desaparecido el cuerpo y el acusado estaba victimizado en un tuperware
con cada vez menos oxígeno.
Los
peces en el acuario cada uno haciendo lo suyo aparentemente no dando acuse de
recibo de la desaparición de dos de sus habitantes con quienes compartían las
24 horas del día y a la noche también.
Collins
Chapman se había sumergido en el baño del fondo y no estaba para nadie por un
buen rato, era el recreo largo.
Rosita
estaba triste y atareada organizando la Feria de empanadas con Mireya Lombardi
y Angustifolia Folia, madres de algunos de los chicos de la escuela quienes
entre ellos llenaban un aula.
El
empeño de Gumersindo en provocar la muerte de telescopio acusándolo del
asesinato despertaba sospechas y traía confusión. Suele suceder que a los
sicarios se los silencia también.
Cuando
la Directora preguntó la razón por la cual habían separado a telescopio,
Gumersindo miró para la derecha, luego para la izquierda, miró el techo,
después el piso, y finalmente ante la mirada escrutadora de la directora y el
silencio de ésta no tuvo más remedio que esbozar una tímida respuesta.
Telescopio asesino impune de Tinteya |
-
Es que ese fue el que lo mató, respondió.
-
¿Y cómo sabe Ud. que telescopio mató a
tinteya?
-
Porque los otros días vi cómo lo empujaba con
la trompa, y otro día (miente) vi cómo le largaba mordiscones…
En
ese momento Briela Labiela dispuso el secreto del sumario en el caso del
pececito muerto y levantó el aislamiento de telescopio, haciendo que vuelva a
la pecera, donde comenzó a tomar oxígeno y a recuperarse rápidamente…
Todo
pez es inocente hasta que se demuestre lo contrario.
Salieron
de la biblioteca Gumersindo y la Directora. La bibliotecaria estaba sentada
frente a su computadora haciendo lo mismo que un pez: nada.
Además
era como si no estuviera aunque estando estaba pero no se notaba, era como un
fantasma que flotaba entre los libros.
Al
dejar atrás el acuario, telescopio ya estaba empujando con la trompa a uno de
los peces más pequeños de la pecera, y lo corría entre las algas de plástico.
Yo
pienso que era sólo para jugar y que el verdadero asesino fue Gumersindo
instigado por Collins, quien le dijo:
-
A qué no te animás a apretarlo fuerte a
tinteya a ver qué pasa?
Y es
que a Briela le había saltado la biela con Collins, y acababa de ponerlo en aprietos al exigirle que tenga más
cuidado en su presentación, le dijo que se afeite, que se corte el pelo, que se
bañe y que se ponga perfume de los que vende Mara Marifil la que toma sol de
espalda en la costa rionegrina pero en verano.
En
ese momento, Collins salió ventilando el guardapolvos, atravesó el comedor,
cruzó por cuanto pasillo había, penetró en la sala de profesores y atisbó en la
biblioteca, miró el acuario en completa paz y tuvo una idea.
La
idea se la implantó a Gumersindo el vulnerable (a otras ideas) y Gumersindo que
cuando era chico hacía lo mismo que Gilda: apretar pollitos, no pudo con su
genio.
Finalmente,
el asesinato de tinteya quedó impune. Nadie fue.
Gibbon
Sinja Bone
Jaja muy bueno. Tu imaginación me divierte. Y m gustaría mucho conocer los hechos q inspiran tus cuentos.
ResponderEliminarJaja muy bueno. Tu imaginación me divierte. Y m gustaría mucho conocer los hechos q inspiran tus cuentos.
ResponderEliminarTodos los cuentos que escribo arrancan de un hecho real. Así que tienen varios elementos que he sacado de la realidad ocurrida en algún lugar. Basta que algo me interese y comienzo a reírme solo mientras imagino muchas cosas. Y luego escribo.
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