jueves, 16 de mayo de 2019

La familia Piedrabuena


Sucedió no hace mucho tiempo entre las intrincadas y complicadas callejuelas de piedras talladas por escultores obligados, aprisionados, presidiarios, peones de patio sin paga alguna, en las que brillaban de noche las hogueras paupérrimas de zarcillos y de ramas de quebracho blanco.

Iba pasando el vendedor de naranjas llevando la carretilla con … naranjas. Con su voz gangosa decía algo así como “nananjjas, nananjjas, badgratas las nananjjas…” tratando de venderlas antes que se calentaran con la temperatura ambiente.

Pero él no dejaba de calentarse cuando pasaba frente al rancho de la Tetonisa, que en la vereda, sentada ella en un sillón de juncos, le daba la teta a Tito y a Teto sus mellizos bochornosos, regordetes y rollizos como Michelín.

Y se calentaba porque la Tetonisa nunca le compraba naranjas, ni limones que bien los tenía (un limonero plantado al fondo de la casa le daba limones dos veces al año), ni tampoco melones que turgentes rocío de miel los tenía cuando era la época, en la chacra de su vecino Amado Estentorio.

El vendedor, Aurelio Piedrabuena apodado el Tifoso, vendía naranjas, vendía limones, vendía melones pero a él le gustaban los de la Tetonisa, ya que ésta le convidaba cuando éste le pedía lo convenido pues le ayudaba con la yegua de su hermana, llevándola de vez en cuando a pastar.

Su hermana, la Ana, pero que usualmente decían “Lana”, o “Lanita” y pocas veces recordaban su segundo nombre: Susana. Por lo cual quedaba “Lanasusana”, y los chicos le hacían canciones a las risotadas limpias. La yegua estaba preñada y había que alimentarla y cuidarla.

En su casa criaban chanchos (en la casa de Aurelio), como quien tiene un corral de gallinas, o una cierta cantidad de perros, o conejos, con la distinción que los chanchos pululaban por el patio, el patio era un chiquero, de barro nauseabundo pleno, donde más de una docena de chanchos hacían todas sus chanchadas emitiendo sus chillidos, ronquidos y demás.

El aroma penetrante del chiquero de los Piedrabuena horadaba las fosas nasales vecinales y metíase sin invitación previa en las casas atravesando paredes y ventanas y marcando la ropa y todos los elementos con el tufo.

Don Pedro Piedrabuena Fuentealba se había casado en terceras náuseas con doña Ramona del Zanjón Madre, Robustiana Magilda Vaginácea Corpuscristi con quien había tenido cinco hijos:

-          Cirilo Mentoso
-          Tránsita Paulina
-          Aurelio Mojón
-          Margarito Pitasio
-          Orejón del Tarro (el último)

Pero del matrimonio no registrado anterior, con doña Ermenegilda de las Conchas del Bosque, quien había fallecido por sobredosis de mate, quedaron a su cuidado, o cuidándose de él:

-         Cástulo,  Ausencio y Anastasia.



Y como si esto fuera poco, del primer matrimonio (ese sí fue en iglesia y registrado ante el Juez de Paz), le habían quedado algunas fotos en color sepia, un par de anillos y la carta de despedida de su mujer Sinostrosa Epifania Núñez, la que antes de colgarse de un algarrobo le dejara la misiva sobre la mugrosa mesa del comedor. Y le quedaron dos hijos para ejercer su patria potestad:
-          
        Eustaquio y Eustaquia.

No obstante todo ello, don Piedrabuena tenía buen corazón y adoptó dos hijas que un día pasaron por la calle en una tórrida siesta de 45° a la intemperie, pidieron agua, y después de tomársela toda se quedaron y nunca más se fueron.


Ellas son Pancracia y Tiburcia. Pancracia a su vez un día de siesta también calurosa, aunque nunca había una siesta que no fuera calurosa, una siesta que enderepente se transformó, porque el cielo quedó muy oscuro y las nubes espesas, comenzaron a sonar los truenos y a caer rayos, vino la lluvia y el viento y todo duró como una hora.

Suficiente para que en esa siesta donde no se podía ni hablar porque no se escuchaba, Pancracia quedara embarazada de un amiguito y le trajo a los 9 meses el primer nietito a don Pedro que ni lerdo ni perezoso le puso Próculo.

Toda esta prole estaba al cuidado de don Pedro y vivían en la misma casa de 3 dormitorios así que imagínese, imagínese qué difícil era la vida en esa casa. El menú diario del mediodía era guiso.

Guiso de lentejas con carne de cerdo; guiso de garbanzos con carne de cuis; guiso de poroto de soja con carne de iguana; guiso de arroz con bagre; guiso de poroto negro con carne de bagú; guiso de trigo burgo candeal con carne de oveja; y guiso de papa con carne de vaca, era el menú de toda la semana.

Nadie podía comer sin dar gracias, ninguno debía dejar algo en el plato salvo el cubierto, pedir repetición era castigado y se comía a la noche si sobraba al mediodía. Los chicos y chicas se turnaban para lavar los platos, cocinar, lavar la ropa, en fin, todas las tareas y menesteres necesarios para que la cosa o la casa, funcionara.

Algunos iban a la escuela de mañana, otros de tarde, pero ninguno debía dejar la escuela.

Cuando la Pancracia quedó “embalsamada”, así decía don Pedro, no pudo ir a la escuela por algunos meses, por eso repitió de grado, pero el que más faltaba a la escuela era Ausencio. Con Aurelio Mojón el problema era su incontinencia a pesar de sus 6 años cumplidos, Cástulo era un buen líder y en general los hermanos se llevaban bien.

Todo se pudrió cuando don Pedro se enamoró de Erculiana Pérez, hija de don Pérculo Pérez y doña Casta Juana, padres de Orelí y Lilí. Erculiana le cebaba mate de pomelo a don Pedro y todos los gurises se ponían celosos porque con su padre la pasaban bien y veían en Erculiana una competidora de su cariño.

Tanto ir y venir Erculiana en su jardinera tirada por un brioso tordillo, que así también don Pedro correspondía las visitas y se iba en su carro tirado por dos fuertes y rebuznantes caballos hasta su casa distante 3 leguas por el camino del Bermejo.

Tanto ir decía, compadre, que decidieron juntarse para vivir juntos y para completar la familia. Pero Erculiana trajo un regalo de su vida de soltera: Pedrito el negrito, que sumó a la prole y no desentonaba entre los otros negritos.
Pedrito el hijo de Erculiana

Se casaron porque a la larga o a la corta los hijos tuvieron que aceptar la decisión paterna. Para el casamiento vinieron invitados las hermanas de Erculiana: Orelí y Lilí con sus novios Igor e Ibor, sus padres Pérculo y Casta, estaban todos los hijos por supuesto, el pastor del barrio don Sabino Sánchez, -indio toba-, su esposa la Ceñuda, don Gil el de la guadaña, el Becho, el Tono, la Julia y la Juliana, el Chano y Moyano su hermano, doña Nenda que le daba la teta a su hijo de 10 años y el Raulito que tenía la misma edad y andaba con chupete por la calle.

Vinieron invitados además, Jacinto el panadero, la Yoya Crecensi, la Indulgencia Amonestada con su hija, la Russo y la Buffarini. Colados vinieron Sappo Aullador, la Gringa, Quico y el Nehio, la Danya y la Sala, pero pudieron comer.

Comer, comieron hasta hartarse. Bailaron zambas, cumbias y chamamés que tocaba la orquesta el “Trío los Violadores” conformado por Hipócrito, (acordeón y gárgaras), Agapita (guitarra y voz aulladora) y Sopapita, (bombo, matraca y lo que venga), los que más chupaban en toda la fiesta.

El menú era menú fijo porque no había otra cosa: lechón asado a la parrilla con ensalada de berro. Pan a la barra y vino suelto. Para los chicos jugos de polvito.

Y así conformaron una gran familia compuesta por don Pedro y Erculiana su esposa en cuartas náuseas. Sus hijos:
-          Cirilo Mentoso; Tránsita Paulina; Aurelio Mojón; Margarito Pitasio; Cástulo; Ausencio; Anastasia; Eustaquio y Eustaquia, Pancracia; Tiburcia, Pedrito y Orejón del Tarro, (el último para cerrar la lista). El nieto: Próculo que estaba por tener un hermanito y se iba a llamar Astesiano.

Se supo por una investigación de último momento de El Tiano, que Erculiana estaba embalsamada de trillizos y les iba a poner. Trimarco, Tetaedro y Tétaro, en ese orden según vayan saliendo.

Gibbon Sinja Bone
Colaboraron El Tiano, La Tiana, Los Sanitos, Wilson el Aceitoso y la Sana.

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