martes, 22 de marzo de 2016

EL COFRE DE SISEBUTA

Por Wilson el Aceitoso

Sisebuta encontró un cofre y como no tenía nada se lo llevó a su casa. Estando allí se dijo: Como no tiene nada lo voy a guardar, por si alguien busca lo que tiene, lo que perdió. Aunque si lo perdió no lo tiene, porque el que tiene algo es porque no lo pierde y el que guarda siempre tiene. Al fin de cuentas, si lo guardo al cofre, lo voy a tener, porque lo tengo lo guardo y como lo guardo lo voy a seguir teniendo.

Fue ahí que se encontró con el Doctor Alien Guinter, que caminaba apresurado seguido por sus cuatro hijos en fila india aunque de indios no tienen nada. El doctor llevaba sosteniendo con ambas manos un huevo de ñandú y colgando de uno de sus dedos, sostenido por la manija, un gastado portafolios  de cuero color marrón, el estetoscopio para hacer mamografías colgando de su huesudo cuello.

Los acompañaba manejando un Renault 12 Melogané en una rifa escolar, Nola Peroné, por la Rivadavia en dirección a la montaña y si rodeada de montañas está la ciudad de los abrojos, de los brujos, los gorgojos, las górgolas y las gárgaras.

Se dirigía Sisebuta tratando de pasar desapercibida con tal de no encontrarse con el dueño del cofre que ya era suyo y que quería guardar para que una vez guardado guardara él lo que a ella la hacía guardar y guarda de sus cosas porque ya de suyo era lo que había encontrado en la vía, en la vía pública, impúdicamente trayéndolo estaba y su esfuerzo para no ser vista ni mirada que no es lo mismo una cosa que la otra, no era necesario pues nadie le prestaba ni le donaba ni le regalaba atención alguna, era como si todos estaban en color de alta calidad y ella pasaba la vida en color sepia.

Al comenzar a dirigir su último paso para luego tomar el picaporte de la puerta de entrada a la pensión “El farolito”, algo la distrajo y quedó suspendida tan sólo un segundo o una milésima de segundo y fue cuando tropieza a tres metros de ella el doctor Alien y el huevo voló por el aire, el cofre se le cayó de la mano, se abrió su tapa, esquivó el huevo el pelado de la peluquería, el que siempre te habla a las espaldas, lo rozó la señora que barría la vereda con la punta del palo del escobillón, y fue a parar inaudito, intocable e imparable en su parábola no bíblica… en el cofre que era de mimbre.

Tap! Cerróse el cofre y allá iba rauda contra el viento del sur Sisebuta la muy bruta, con su pañuelo atado a la cabeza sujetándole la cabellera, ondeando para el lado opuesto de su marcha esquizofrénica.

Cuando el doctor terminó de reponerse ayudado por sus críos con quienes intercambiaba frases en galés, miró hacia los tres puntos cardinales, dije tres. Sí, 3, le faltó uno y justamente por ese punto Sisebuta ya se había zambullido de un portazo en su habitación perfumada con malos sahumerios y con una temperatura promedio de 28º, metido con admirada rapidez el cofre en cuestión con el huevo de ñandú dentro.


40 AFTER DAYS O 40 DIAS DESPUES…

Un simpático charabón picoteaba por aquí y por allá, alimentándose de diversa fauna insectívora en el jardín de “El Farolito” pero más que nada de hierbas, y Sisebuta era más feliz que nunca con su mascota Rhea americana de los Reidos. Reía ella, mientras el doctor Alien se dirigía en su vetusto Renault hacia las estepas de Gualjaina con un gastado portafolios  de cuero color marrón, y el estetoscopio para hacer mamografías colgando de su huesudo cuello.




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