miércoles, 9 de marzo de 2016

RYAN Y LOS BEDUINOS

Yo vivo en Chitengo y no sé ni lo que tengo. Vivo acá pero nací en Tanana, Alaska. Mi cranza de teta me la dio Brigí Bardó en la isla de Papeete en la Polinesia Francesa. Chitengo queda en el área de Gorongoza, un lugar hermoso pero escabroso, cerca de la casa de M`nenzo y del lago Uremia.

Un día me puse a cosechar manzanas en el polvoriento camino de los rifleros que une a Chitengo con la aldea de Mozenbuto, estaba yo con mi amigo Ryan Wesli hijo de Anita, y un par de beduinos que venían de la guerra civil de Los Palmares.

En esa guerra los beduinos pelearon contra los bambinos (seguidores del Bambino Veira) por el control del mercado del Yatay.

Fueron años y años de lucha cuerpo a cuerpo hasta que se terminó el Yatay y entonces tuvieron que comprarlo en Colón, a orillas del río Uruguay.

Esto incrementó el comercio en esas costas y dio lugar a la creación de muchos puestos de trabajo. Estaban los trepadores, (ramo al que pertenecen muchos aunque no trepen palmeras), eran los encargados de subir por el largo tronco de la palmera y cortar el racimo dejándolo caer al piso.

Después actuaban los “loneros” responsables de colocar una lona azul donde caería el cacho. (Sí, era azul y no se permitía otro color). Los loneros siempre estaban en la lona.

A continuación, mientras el trepador  bajaba de la palmera y se dirigía hacia otra y los loneros estaban mirando con los brazos colocados en jarra, los arrancadores hacían eso con el fruto. Eso, para los lelos es que lo desprendían del cacho.

Después, venían los cesteros que ponían los yatays en cestos de mimbre y se los llevaban hasta la camioneta mientras los trepadores, los loneros, los arrancadores miraban muy campantes la escena.

Había muchos otros puestos cuyos nombres todos terminaban en “eros” aunque no eran nada eróticos, y mencionarlos sería muy pesado aquí. Todos ellos estaban afiliados a la UATRE de Momo Benegas, y de esa manera a la CGT unificada de los gordos.

Hubo algunos loneros que querían armar el SULOA (Sindicato Unido de Loneros Argentinos) donde nos se permitía la afiliación a bolivianos ni peruanos, pero los de la UATRE los amenazaron con cortarles los cachos y eso les dio miedo.

“Un poco de miedo puede ser bueno” me decía Ryan y uno de los beduinos esbozó algo así como una sonrisa. Eructó sonoramente el muy maleducado.

El otro se atragantaba con manzanas grandes y rojas y estaba feliz de no tener que pelear por ellas como los Sayhueque, los Calfucurá, los Cumilao o incluso los  Paylemán que prefirieron arrinconarse como piches en día ventoso,  en la sierra que lleva su nombre y cuidar la mojarra desnuda dejando a la Doctora Selva Nortobay que las estudie y las cuide de ser fotografiadas desnudas por fotógrafos impúdicos.

Es que ellos también tuvieron su guerra con los bosquimanos, (con los machos y con las hembras). Los bosquimanos usaban flechas envenenadas con cicuta y ajenjo. Les tenían un odio ancestral a los hombres del Valle de las manzanas porque ellos le habían vendido la manzana envenenada que usaron para atentar contra la vida de Blancanieves. La manzana debidamente preparada fue llevada hasta las costas de la Patagonia desde donde zarpó y cruzó todo el mar para llegar al País de los 7.

Los bosquimanos también odiaban a los manzaneros porque las mujeres de éstos y no de aquellos, tenían los pechos bien grandes y parados como unas manzanas. En cambio, a las bosquimanas se les caían enseguida como las manzanas débiles del árbol caen pronto al piso. “Era una guerra de endivias,” decía recordando el hecho mi amigo Orejuela de las Conchas Minadas y yo le corregía: - “De envidias”. Algo así como una guerra infructuosa pero con lactosa.

Ryan, yo y los beduinos, en ese orden, nos subimos al viejo y desvencijado Land-Rover 4 x 4 apodado “el sonajero” y vadeamos el río Mesuma, Merresta, Memultiplica, el Corinto y después nos pusimos a pescar truchas con señuelos garantizados sin carnada. Ya lo dije: “no sé ni lo que tengo”, así que el vehículo todo terreno, vale aclararlo, es propiedad de Ryan. (Me parece que lo que tengo puesto y la mochila, todo eso es mío, pero no estoy seguro).

Los  beduinos me pidieron que no publique sus nombres porque el ISIS los persigue desde que eran mamaderos. Les dicen así, porque su madre de crianza les daba leche de cabra en mamadera de plástico, los crió juntos aunque no son hermanos, los alimentó pero no los parió, por eso no los amamantó.

Esto en parte explica que los dos son bien cabrones aunque muy buenos disimuladores.

No accederé al pedido de los beduinos,  ellos se llaman Abara`Jame Quemecaigo Sin Deenei y Subí Lameca Leib. Los dos tienen prontuario más que Documento de Identidad y para disimular están bien afeitados y vestidos con jeans y camisas onda zafari.

Tienen zapatillas Salomón, (nuevitas) no sé de dónde las sacaron pero hace un par de noches en Gorongoza City había dos hombres tristemente descalzos yendo para la comisaría.

Yo no confío mucho en ellos, tengo cuidado y están en el grupo porque Ryan les debe plata y en parte para saldar la deuda los trajo a este paseo de aventura por el sur del continente.

Y aunque parezca muy obvio, dado que dijeron que no tienen plata y andan por estas tierras en forma anónima e indocumentada, en la aldea de  Amatongas, donde vive la Vieja Tonga, había dos hombres descamisados por obligación, aunque nunca oyeron hablar del 17 de octubre ni eran peronistas.

Amargados los dos, estaban tratando de explicar a un policía sobornífero, la forma en que arteramente fueron despojados de sus camisas.

Se apersonaron los dos frente al policía que los atendió en la vereda, “ahí no más” como para no comprometerse mucho. Se miraron a los ojos y les dice el policía:

- “Hablen”

- “Venimos a denunciar el robo de dos camisas estilo zafari, una de color verde agua y la otra color caqui.”

- “¿Y quién es el propietario de las camisas?”

(¿No ve, señor obtuso que estamos descamisados?)

- “Nosotros somos los propietarios señor”, respondieron al unísono.

- “Me pueden decir el talle de las camisas?”

Una talle 42 y la otra talle 32, señor respondió uno de ellos respetuosamente.

- “¿Sus nombres?”

- “Columbia, Columbia.”

- “No la marca de las camisas no, sus nombres, cómo se llaman ustedes?”

- “Yo Mobutu Zeze Seco señor, hijo de Mamma Mumma, hij0 de Movete o te Dejoseco, nieto de la Vieja Tonga, hijo de…”

- “Basta, basta, (lo interrumpe abruptamente) le pedí su nombre no su genealogía.”

- “Y dirigiéndose al otro negro le dice: ¿Usted?”

- “Me llamo Casimiro Cienfuegos Apagados Mmembé Soroco Moroco Moco Toco, pero los amigos me dicen Moroco Toco.”

- “¿Terminó?

- “¡Sí señor!”

- “¿De qué se ríe, tengo monos en la cara?”

(No señor mono, usted no tiene monos en la cara, usted es un mono).

- “Bien, señores y cómo y dónde les robaron las camisas. Primero que nada, ¿ustedes estaban juntos, es decir a la misma hora y en el mismo lugar?

- “No señor, estábamos en distintos lugares, responde Mobutu.”

- “A ver, describa.”

- “Yo estaba afuera de la choza calentando un pedazo de jabalí para tomarlo con unos mates amargos y después irme a lo de…”

- “¡No se vaya en detalles que no tienen importancia, remítase al hecho puntual!”

- “Bueno en ese momento vi que la camisa no estaba más en el tender, había desaparecido y corría un remolino levantando polvo, ramas, hojas, cascarudos, langostas, artrópodos…Y ahí salí corriendo para ver si Moroco Toco había sacado la camisa de mi tender, pero en el sendero nos chocamos de frente los dos porque él..”

- “Hable él.”

Responde Moroco Toco y le dice – “yo sentí un aullido entre las ramas  y me fui a ver qué pasaba, si era un gato huiña, un puma, una comadreja, un visón o una visión o una vieja en camisón, y cuando vi que no pasaba nada volví al rancho y miro el tender…”

- “Y qué había pasado?”

- “¡Había desaparecido el tender y la camisa y las bombachas de mi hija y las medias y etcétera!”

- “Ustedes tienen idea de quién pudiera ser el ladrón de sus Columbias?”

- “¡No señor!” Respondieron los dos a la vez, esta vez no fue al unísono, fue a la vez.

- “Bueno lamento no poder tomarles la denuncia señores, porque en esta comisaría no se reciben denuncias por robo de camisas, solamente atendemos asesinatos, degüellos, apariciones de zombies, lanzasos, violaciones, robos de hacienda, apariciones de ovnis, pero robo de ropa no figura en el manual de la comisaría. Así que desaparezcan ahora de mi vista y no quiero verlos nunca más por aquí.”

Ahí Mobutu y Motoco Toco se dieron la vuelta, agachando sus negras cabezas y caminaron cabizbajos con el torso desnudo por las pedregosas calles de la aldea. El comisario cuyo nombre resultó ser nada mas ni nada menos que Mmensaño Conlos Débiles regresó a su oficina olorosa para seguir tomando mate dulce con canela, menta, marimonia y atender el grasoso teléfono sobre su escritorio de coimas cubierto de polvo.

Y ah, ah, ah, ahj


El Valle 16 de octubre,  lucía neblinoso, o cubierto de polvo o del humo de las tortas fritas quemadas que intentaba hacer Marcelo Solís Buenavibra , y nosotros tratando de disimular.

En el fogón que hicimos para cocinar las truchas bienhabidas y celebrar la pesca que incluía honrosamente las devueltas al río Corinto, Subí Lameca (y me bajé una damajuana de tinto), recordaba pausadamente sus pescas de surubí, bagres y bogas en riachos cercanos a Paso de los Libres. No sé si creerle o reventar… de tanto jugo Manaos (horrible) que tomé.

Pero aquí, cerca de Chitengo no hay bagres, (salvo algunos bípedos), ni bogas, aunque hay quienes parecen haberla sacado para toda la vida, y tampoco hay surubíes, pero sí hombres de goma.

Abara James como yo le digo, nos cuenta que peleó en Afganistán, contratado por el Coronel Suvara Cortapapers, allí formaba parte de un grupo especial llamado “Los ratones paranoicos” cuya especialidad era colocar trampas en los lugares que se suponía pasaría el enemigo.

Recuerda mientras mastica ruidosamente, aquella noche que se iluminó con las balas trazantes de los mujahidines y los aleatorios, y cómo ellos peleaban contra aquéllos, junto a los capibaras y los talibanes en un cañadón sin nombre.

Dice haberse quedado solo, de repente, rodeado por 25 soldados enemigos, él tras una roca, en una cavidad, con tan sólo una ametralladora y 24 proyectiles dio cuenta de los enemigos.

Ryan desconfía de la cuenta y le cuestiona que con 24 pudo matar a 25 y con una ametralladora. – “Tenía función tiro a tiro también”, le responde Abara y “esperé que dos hombres estuvieran juntos uno tras el otro para matar dos de un tiro.”

-          “Qué suertudo fuiste”, le agregó Ryan torciendo la boca. –“Suertudo no, Alá me ayudó”, le respondió James. Bien que él es surfista y para eso no sirve este río tan poco profundo, pero sí practica el surfismo en el Indico y en Arabia Saudita, en algunas piletas climatizadas, y el sufismo lo practica cuando tiene ganas, el muy místico.

En Arabia Saudita las piletas son gigantes y se puede andar en lancha.

Ambos beduinos son sunnitas.

En cambio Ryan es hijo de Anita la huerfanita por eso no tiene abuelo y por ende, tampoco tuvo ni tiene abuela el muy Fulgencio.

Y yo, yo argentino.

                                                                                                                                                                                Gibbon Sinja Bone



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